Foto: Miguel Núñez

Vista: Cuando lo bueno está en manos de profesionales que saben lo que sugieren o aconsejan, el resultado siempre es el mejor. Más aún cuando el visitante está rodeado de botellas (en torno a las 900) pero con la sensación inconfundible de estar en alguno de aquellos típicos almacenes de pueblo. Este Almacén urbano eterniza esos recuerdos imborrables entre amigos que gustan de hacer feliz al paladar con vinos nuevos, sabrosos y algunos… únicos. 

Nariz: Entrar en este espacio (donde lo elogiable es la armonía entre la sencillez y la modernidad de su mobiliario y diseño interior), es una experiencia sensorial de aromas donde tan potentes huelen los Garnachas, Mencías o Tempranillos como los más elegantes Albariños, Godellos o Treixaduras, con permiso de algún Pinot Noir de la Borgoña, un Riesling o un Nebbiolo.

Boca: Para terminar de conquistar definitivamente al visitante, este Almacén ofrece, además del placer en boca por el gusto de un buen vino, la recomendación de interactuar con Patri (la gobernanta y mentora del lugar) tanto para elegir el blanco, tinto o rosado como para su maridaje con unos jamones, quesos o algunas conservas celestiales que ofrece esta tienda. Porque, además -y para que nada falte- el Almacén es también eso, un punto de venta.