Noche de espíritus y leyendas 

En la madrugada del 31 de octubre las puertas entre el mundo de los vivos y lo muertos se abren. Nadie escapa a los malvados encantos de Samaín

Noche de espíritus y leyendas 

Fotos: Cedidas /Grupo de especialistas Hípica Celta

El término Samaín proviene del gaélico ‘Samhain’, que significa “fin del verano”. Era la fiesta con la que los celtas conmemoraban el cambio de estación, del verano al invierno, coincidiendo con el final de las cosechas. Se creía que, durante esa noche, las almas de los difuntos regresaban al mundo de los vivos. Para protegerse, los mortales utilizaban máscaras y disfraces que ahuyentaban a los espíritus malignos y también dejaban comida en las puertas de sus casas para contentar a los muertos.

Son muchas las curiosidades, rituales druídicos y tradiciones que envuelven esta festividad. En el Samaín no solo se temía a los espíritus, también a hadas y duendes. Por ello, la noche del 31 de octubre había que tener cuidado con a quién se abría la puerta: si era un hada, se auguraba un año de buena suerte; si era un duende, llegaban las penurias.

De todas las leyendas, la que más hiela la sangre es la de la Santa Compaña. La tradición cuenta que una procesión de difuntos vestidos de blanco y con cirios en las manos recorre los pueblos en la oscuridad. Lo más aterrador es que quien encabeza la marcha no está muerto, sino vivo, y anuncia la muerte a la primera persona con la que se cruza.

Aunque algunos piensen todavía que el Samaín es una copia de Halloween, lo cierto es que sucede justo lo contrario: fueron los irlandeses —que también celebraban esta fiesta— quienes lo exportaron a Estados Unidos a finales del siglo XIX. Es verdad que la festividad que se celebra en la actualidad poco tiene que ver con la de los celtas, pues ellos no contaban con disfraces de brujas ni con estrategias de marketing. La celebración americana ha ganado gran popularidad, pero no ha impedido que instituciones y asociaciones gallegas mantengan vivo el Samaín, reivindicándolo como un signo distintivo de esta tierra, empezando por Cedeira.

Han pasado más de treinta y cuatro años desde que en esta localidad coruñesa se recuperó la práctica de tallar calabazas en la víspera del Día de Difuntos. “Había una asociación llamada Chirlateira, encabezada por Rafael López Loureiro, que recuperó tradiciones que se estaban perdiendo, y una de ellas fue la del Samaín”, explica Carlos Labraña, de la Asociación Amigos do Samaín, organizadora junto al concello de la fiesta. 

Como detallan desde la asociación, abuelos y padres hicieron memoria, recordando cómo se juntaban para ir a coger calabazas —o melones, como los llaman en el municipio—. Después, las vaciaban y las iban modelando con forma de calaveras. Por la noche, colocaban dentro una vela y la encendían. Luego, había que buscar un lugar para dejarlas, en una esquina, para sorprender y asustar a quien pasara. 

Desde sus inicios, este Samaín se pensó como una fiesta para los niños, porque, como recuerda Carlos, “fue así cómo realmente se conservó la tradición, como un juego infantil”. La aceptación fue inmediata. “Gustó mucho y en dos o tres años se expandió por la comarca y por Galicia. Fue un boom”, sentencia Labraña.  

Además del taller y el concurso de calabazas, el momento más tenebroso llega a Cedeira cuando cae la noche, con el pasacalles de los fantasmas. “Se apagan las luces del casco viejo y se encienden las velas de las calabazas. Es un momento muy mágico”, narran Carlos, advirtiendo que “preferimos que la gente no venga disfraza; no es una fiesta de Entroido, es otra cosa”.

Más allá de la localidad coruñesa, la Finca de Briz (Marín, Pontevedra) se transforma en la Noche de Difuntos (aplazado este año por el mal tiempo) en un auténtico set de terror, donde no faltan los gritos, la locura y la sangre. Con su gran casa y amplios espacios al aire libre, el lugar se convierte en un parque del miedo con numerosas actividades y espectáculos para toda la familia. 

Los amantes de la emociones fuertes encuentran en el Samaín Friz su paraíso, con rutas de terror —creadas por asociaciones y entidades culturales de la provincia— que sorprenden a cada paso con sustos, música ambiental y personajes que parecen salidos de una pesadilla, como demonios, poseídos y zombis.

Dejando atrás esta villa marinera, otro lugar que estremece a todos los públicos los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre es Allariz. Como si la mente retorcida de Stanley Kubrick fuese la responsable de dar vida al festejo, las calles de este pueblo ourensano crean una atmósfera inquietante gracias a una ambientación cuidada y arraigada a la cultura gallega. Paseando por el casco histórico, los mortales se topan de frente con los espectros. Todo se vuelve lúgubre, con esqueletos errantes al acecho y tumbas que parecen perseguirnos. 

De todos los planes maquiavélicos que hay en Allariz en Samaín, la esperada salida de la Santa Compaña los días 31 y 1 es el que más triunfa, y no es para menos. Las joyas patrimoniales de la villa convierten este ritual en un recorrido lleno de magia, misterio e identidad.

Pero, ¿qué sería del Samaín sin sus meigas? Ellas hallan su lugar en Ribadavia. Allí, la asociación Ribadavia Activa.T celebra la ‘Noite Meiga’, que este año se desarrolla el 1 de noviembre. Veinte meigas se reúnen en su aquelarre para organizar este evento, que transforma por completo las calles de la villa.

El pistoletazo de salida a la festividad lo da el desfile terrorífico, que proporciona una visión inquietante de todo lo que está por venir. En la Iglesia de la Magdalena, por ejemplo, se organiza un escape room, donde nadie está a salvo. 

Si hay un rincón emblemático de Ribadavia durante el Samaín, ese es su castillo. Sus túneles, silenciosos durante el resto del año, se vuelven un pasaje de terror. Es una de las experiencias más concurridas y solo se puede vivir si se consigue entrada con dos horas de antelación. Los voluntarios cambian sus atuendos habituales por los de seres de otra dimensión. En un ambiente antiguo, cargado de historias extrañas de épocas conocidas solo a través de los libros, quienes acceden al Castillo de los Sarmiento deben estar preparados para lo que van a encontrar: pavor y sombras.

Por otro lado, un grupo de mujeres de la villa sale a la calle para representar danzas ancestrales. Estos bailes formaban parte de los rituales de ofrendas que aquellos pueblos paganos hacían a los dioses precistianos en las fechas de los solsticios, que marcaban el inicio y el final de los ciclos. El aquelarre, ataviado con sus mejores galas, se junta para demostrar que Galicia es, y seguirá siendo, tierra de meigas. 

Aunque estas son las iniciativas más especiales que ofrece Ribadavia durante unas horas, no son las únicas. A medianoche, los espíritus malignos son ahuyentados con una queimada, el místico ritual de fuego y magia que aquí gana espectacularidad con un grupo de animación.

Inspirada en los míticos scream parks de Estados Unidos, pero sin olvidar la tradición gallega, Quiroga también tienen su propio Samaín, no apto para cardíacos. El 25 de octubre, el municipio deja de ser un lugar idílico para convertirse en un auténtico infierno. Bajo el nombre de Qui-Medo, esta ruta/fiesta del terror es una de las grandes celebraciones en Galicia, pues atrae a visitantes de toda la comunidad y del resto del España. 

Los más valientes participan en un itinerario que los lleva por distintas casas y lugares públicos de Quiroga, donde los esperan entes que ponen a prueba los nervios de más de uno. La idea surgió de la asociación Qui- Roma, que lleva años organizando un evento castrexo- romano y decidió dar el paso para crear algo especial durante el Samaín. “Se nos ocurrió convertir la ciudad principal en un pequeño parque temático en el que , según vas haciendo el recorrido, te encuentras casas con una temática de medio distinta”, explica Andrés Novoa, uno de los organizadores. 

Para asistir, es necesario anotarse. “El año pasado tuvimos 1.200 inscritos; es increíble la acogida que tenemos”, destaca Novoa. Y no es de extrañar ya que consiguen ambientar cada parada en escenarios basados en videojuegos postapocalíticos como The Last Of Us, donde los humanos se convierten en criaturas violentas y caníbales debido a una infección fúngica; en casas de momias y piratas, o en ‘La Jungla’, un espacio donde los animales se rebelan contra la deforestación que devora su hábitat.  Como antesala, la jornada arranca con una fiesta infantil. “El Qui-Medo es para todos los públicos aunque, claro, para los niños pequeños puede resultar difícil entrar en un matadero, donde hay vísceras y de todo. Los menores de 13 años deben ir acompañados de sus padres”, aconseja Andrés.

Estas recreaciones, dignas de los filmes clásicos de terror, suponen dedicación durante todo el año, pues el 80% de los elementos decorativos son elaborados por el propio colectivo. Sin embargo, las horas dedicadas a romper telas, ensangrentar vendas o levantar tumbas tienen recompensa. “No creo que haya algo así en otra parte de España. Vemos que se hacen muchas casas del terror en otros sitios, pero solo una, y aquí estamos hablando de todos los lugares que podemos. Hacer ocho como hicimos el año pasado requiere un trabajo enorme” concluye Novoa. 

El Samaín late todavía en cada aldea, en cada rincón donde alguien siente un escalofrío al pensar que un ser pueda pasar en silencio. Es la noche en que Galicia se reencuentra con su memoria más profunda, donde el miedo y la celebración se entrelazan, donde la muerte no es el final, sino el puente. Porque cuando llega Samaín, no solo se encienden las velas, se ilumina también el vínculo eterno con quienes nos precedieron. 

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