Vista: Este hotel con encanto nace de una casa familiar llena de recuerdos, de una camelia centenaria y tardes bajo el sol. Hoy es un refugio donde el tiempo se detiene. El complejo se compone de ocho habitaciones y un apartamento totalmente equipado, así como de espacios comunes que invitan a compartir el tiempo y disfrutar de una experiencia completa de desconexión sin salir del alojamiento.

Nariz: Ubicado en plenas Rías Baixas, muy cercano al Lago Castiñeiras y rodeado de naturaleza, el establecimiento mantiene esas características propias de una casa de aldea, donde la vida pasa a otro ritmo. Por eso hay quien lo escoge para teletrabajar o desconectar en una escapada llena de historia y vivencias. Por eso, sus responsables hablan del hotel como “un lugar para parar, respirar y reconectar”. 

Boca: El cenador abierto al jardín es uno de los espacios más singulares, ideal para desayunos lentos o eventos especiales; que se complementa con la piscina, una zona chill out y varios rincones para el descanso. El mar se intuye desde el mirador, ese mar al que se dedicó profesionalmente la familia, junto con la ganadería y la madera, y que hoy está presente en cada rincón del hotel: en los materiales, en los detalles y “en el alma” del proyecto.